Capítulos anteriores

4

Sé que debería mandarte un correo, pero no me gusta escribir. No soy bueno en eso. Busco las palabras tropezando, como un cazador ciego. Así que te dejo este mensaje de voz. Estuve pensando. El otro día me preguntaste si le tenía miedo a algo. No supe qué responderte así que, como siempre, me quedé callado. Pero hoy abrí los ojos en la mañana y creo que al fin lo sé: tengo miedo de morir ahogado. Soñé con eso. Soñé que abría los ojos y estaba bajo el agua, en el fondo, sumergido en la suciedad. Los peces me miraban, sin entender. Y yo tenía los pies en un bloque de cemento. Es una imagen que, supongo, has visto en las películas de mafiosos. Pero nunca había imaginado, verdaderamente, qué siente un hombre con pies de cemento arrojado de noche al fondo de un río, o un lago, o un estanque profundo. Sumergido varios metros en tan sólo unos segundos. La presión en los oídos. La oscuridad. El frío. Saber que te queda un minuto de vida y que nadie en el mundo te puede ayudar. Es el fin. La cuenta regresiva inevitable, frente a tus ojos. O, en la oscuridad, frente a ti mismo. Que es la soledad más absoluta y la que importa de verdad. No desear que tu vida se termine, pero estar, al mismo tiempo, viviendo una completa desesperación. No querer morir, pero esperar que todo esto se termine pronto. Soñar, por unos segundos, que puede haber un milagro. Pero la esperanza se muere antes que tú, al fondo del estanque. Porque a los pocos segundos de intentar sacar los pies del bloque de cemento, con todas tus fuerzas, te das cuenta que no es cierto. En ese momento, sabes, tienes la absoluta e irrevocable convicción de que vas a morir. La completa seguridad que dentro de unos segundos más, cuando tu cuerpo se rinda, vas a tragar agua, y vas a llenar tus pulmones de líquido. Y desearás toser, pero no podrás, porque te convertiste en un pez. Morir así. Ahogado. En la oscuridad, al fondo de un estanque. Le tengo miedo a eso. A seguridad de ver la muerte próxima, si lo podemos llamar así. Saber que existe. Que tiene un tiempo definido. Y que no hay nada que podamos hacer. No puedes sumergirte en la ignorancia, porque estás sumergido en el agua en tus últimos momentos. La claridad de los finales inevitables. Desperté empapado y llorando. Me levanté de la cama y me detuve unos momentos. Pensé que los peces deben sentir exactamente lo mismo cuando son capturados y tirados al suelo del bote de pesca. Puedes ver cómo se retuercen de dolor, desesperados, con un gancho que les atraviesa la mandíbula y los hace sangrar, sin misericordia. No pueden gritar, así como nosotros tampoco podemos hacerlo cuando nos sumergimos al fondo del estanque. ¿Qué significa ese sueño? Querías saber a qué le tengo miedo. Ahí está. Discúlpame. No debería contarte esto. ¿Cómo estuvo el viaje, mi amor? ¿Te encontraste con tu hermana? ¿Te dijo algo? Déjame un mensaje, Camila. Llámame. No me escribas. No me gusta leer. Se me escapan las palabras. Me pierdo sin piedad. Cuando no entiendo lo que quieres decir, es como caer en la oscuridad. Ahogarme en ella. Y ahora sabes que eso es, posiblemente, lo único que me da miedo en esta vida.

1 comentario: