Capítulos anteriores

96

Yo no vine acá esperando sacar algo en limpio. No pedí un regalo. No crucé el Atlántico para tener en mis manos un objeto y decir “mi madre me lo dio”. Los objetos pesan y ya no quiero más cargas. No me interesa qué es ni lo que significa. Franco me dijo una vez que su mayor miedo era caer al agua y morir ahogado, hundido bajo su propio peso, incapaz de flotar hacia la superficie. Esta caja es otro peso más, otro problema que nos deja nuestra madre y que tengo miedo acabe hundiéndome. Ahora que lo tenemos, debemos cuidarlo, sea lo que sea. Debemos tenerlo en algún lugar visible, recordando a esa persona que ya no existe. Una vigilia permanente que nunca pedimos. Debemos cuidarlo y quitarle el polvo y mirarlo para pensar que, al menos, nuestra madre nos dejó algo. Un objeto. No sólo se conformó con pisotearnos el corazón, sino también, en sus últimos momentos, decidió darnos el golpe de gracia y clavarnos algo material para arrastrar su memoria. Y es que este regalo, lo que sea que haya dentro de estas cajas, es todo lo que nos queda. Es su legado, su recordatorio. No sé ustedes, pero yo no vine hasta acá esperando sacar algo en limpio. No pedí un regalo, ni un objeto que observe mi rutina para recordarme a una mujer que nunca fue capaz de decirme un te quiero, hija. Me gusta tu sonrisa, hija. ¿Hace cuánto que no dejas de pensar en mí, hija? Perdóname por abandonarte. Dame un abrazo, hija. Tu padre está vivo y yo estoy bien. Vivimos felices, al otro lado del mundo, miramos pasar las estaciones porque somos suficientes el uno para el otro. ¿Y, sabes qué? Esta es sólo una pequeña historia de amor, hija. Perdóname por haberte dejado tirada, por usar tu cariño como objeto desechable. Esto es todo cuanto tengo para compensar los años de abandono. Un regalo. Un objeto en una caja. Espero que sea suficiente, hija. Espero sepas perdonar a tu madre quien, distraída, al final de sus días, reemplazó todo el amor por un objeto. No. No es suficiente. Yo vine acá a cerrar algo. A terminar con esta sensación de pérdida. Yo tomé un avión y viajé para sentir que hice un gesto por mi madre, que di mi mejor esfuerzo para llegar a perdonarla definitivamente, lo cual es casi lo mismo que olvidar. Y si me llevo esto, no voy a olvidarla. No sé ustedes, pero yo ahora me despido de esta caja y de lo que contiene y de la mamá y de mi padre que no existe más que en mi cabeza. Cierro esto. Me olvido. Los borro. Y que se los trague el agua. Que el peso de los recuerdos se lleve esto al fondo del Spree. Así, arrojo mi caja y ésta se sumerge en las frías aguas del río y luego dos cajas más, sin abrir, se le suman. Caen al agua y se despiden con sus misterios intactos. Nos olvidamos. Se pierden. Se hunden. Y, por primera vez en mucho tiempo, una gran sonrisa me cruza el rostro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario