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¿Bárbara, no? Yo soy Camila. Ella es Florencia. ¿Fue muy pesado el viaje? ¿Te ayudo con algo? Ven, hay que tomar el bus. Yo estoy de visita, también. Florencia vive aquí. Compra el ticket. Subamos. ¿Todo bien? Es pesado el viaje, ¿cierto? Son muchas horas. Ahora nos vamos mirando la ventana y no tengo más lugares comunes para intentar generar conversaciones. Bárbara mira por la ventana y Florencia suspira y termina su lata de bebida y pienso en cuán diferentes somos. Bárbara tiene la piel más clara y el pelo castaño claro, casi rubio. Pienso que no parece nuestra hermana y pienso que eso es bueno. Es otra persona, no un reflejo. Afuera, la gente en las calles camina con toda tranquilidad. Avanzan, en sus mundos, y yo, desde el mío, los observo. Somos tantas soledades compartiendo el mismo espacio, pienso. Bárbara tiene la forma de los ojos de la mamá. Pero el resto pertenece a un hombre que no conocemos. Alguien abandonado por su esposa. Un hombre enamorado que estaba destinado a perder, porque el único amor que ha tenido su mujer regresó desde la tumba para llevársela. No se puede competir contra algo así. Peleas injustas. Pienso que mi madre no sabía, verdaderamente, lo que estaba haciendo cuando dejó su vida. Dos veces. Me pregunto por qué no nos fue a buscar. Pero luego pienso que no nos necesitaba. Nunca nos quiso en su vida, así que no teníamos cabida en ella. Me pregunto si le enseñó a leer a Bárbara, si le dijo que la quería, si la acompañó en su primer día de colegio y le dio algún consejo que se le quedó grabado para siempre. Yo casi no tengo recuerdos de mi infancia. ¿Y ella? Quizás conoce partes de nuestra mamá que no podemos ni imaginar. Una madre cariñosa, que limpia el rostro de su hija después de comer chocolates. Una madre que alecciona, que enseña a vivir. Esa misma madre que un día desaparece. De seguro fue doloroso para ella el verla desaparecer y no tener idea los motivos. Pero también pienso que es mejor tener algo, por pequeño que sea, que carecer de ello absolutamente. Si voy a vivir en la ceguera, prefiero tener recuerdos de cuando podía ver. Porque existen. Fueron reales. No son imágenes inventadas. Colores imposibles. Formas que el ser humano no ha descubierto todavía.

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