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Soplo mi café y te miro. Me cuesta creer que estoy a punto de contarte algo de mi vida. Compartir espacios inexplorados por el resto. Repito tu pregunta. ¿Cómo nos conocimos? No fue algo mágico. Estaba en un bar. Había salido con unas compañeras de trabajo, del liceo. Era un viernes. Habíamos ordenado los libro de clase. Estábamos en las últimas semanas de Diciembre. Salimos a tomar algo y lo vi sentado en una mesa, solo, con una cerveza. Lo primero que me pregunté fue qué hace un hombre solo en un bar. Me pareció algo triste. Pero luego me dije que seguramente hacía lo mismo que yo con estas chicas, sólo que él no necesitaba a otros para justificarse. Escuché las historias de mis compañeras y cada cinco minutos me volteaba a mirarlo. En un momento les dije lo siento, tengo que hacer algo o sino me voy a arrepentir. Me puse de pie, tomé mis cartera y me senté a su lado. Él me sonrió. No se mostró sorprendido. Sólo me sonrió. El que no hiciera un gran alarde del gesto que acababa de tener, me dio confianza. Si me creía capaz de eso, que nunca había hecho en mi vida, entonces me creía capaz de cosas que yo ni siquiera soñaba. Franco me creía capaz de conquistar el mundo, y eso me dio la fuerza para comenzar a creer lo mismo acerca de mí. Empezamos a salir y después de un año nos fuimos a vivir juntos. Él estaba entrenando para una pelea grande y lo fui a ver. Casi me vuelvo loca gritando. Ver sangrar a tu pareja y no poder hacer nada es el dibujo perfecto de la impotencia. Ni siquiera puedo describirlo. Existe más allá, en un lugar negro, muerto. En el miedo. Esa noche lo derribaron, y por primera le llegó de verdad. Se sentó en el living, llamó a su amigo, que era su entrenador y agente, y le dijo que se acabó, que no seguiría peleando. Que no estaba dispuesto a volver a vivir lo mismo. Yo pensaba que se refería a vivir la humillación de perder, pero con el tiempo creo haber entendido que hablaba de algo más profundo. Cuando me vine, estaba en casa, solo, dando vueltas, perdido. No sé lo que es el amor, le digo mientras soplo mi café. No sé si es un sentimiento parecido al afecto, porque durante demasiados años esas palabras han pertenecido a un reino efímero, pequeño, indefinido. Sé que me preocupa que esté bien. Quiero verlo feliz. Quiero que gane, que sepa que a pesar de que no estoy con él, no me he ido permanentemente. Hay muchas cosas de las que no tengo idea. Lo cual es curioso, porque me dedico a enseñarle a muchos niños sobre cosas que ellos no saben. Y algunas de las cosas sobre las que no tengo idea es la capacidad para definir sentimientos. No sé si lo amo. Sólo sé que me preocupo por él. Que me atrae. Que quiero estar con él y compartir mi tiempo junto al suyo hasta que se nos agoten los calendarios y estemos tan viejos que dejemos de ser nosotros, para convertirnos en una copia gastada de nuestros cuerpos. Quiero abrazarlo. Sentir que no vamos a estar lejos nuevamente. No sé si todo el mundo siente lo mismo, quizás esto no es más que una emoción promedio para los demás. Sólo tengo la certeza que lo extraño y lo pienso y daría casi todo por verlo ahora mismo. No tengo idea lo que es el amor, pero espero sea algo parecido a esto.

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