Capítulos anteriores
58
Quería llamarte para decir que la pelea terminó. Quería contarte cómo fueron los últimos segundos. Decirte que conecté de sorpresa y el chico éste cayó al suelo e intentó levantarse, pero no pudo. Fue el peso de su cuerpo y los golpes y el ego malherido, que es lo que más duele. No se levantó y sonó la campana y así terminó todo. Me felicitaron y estaba en el camarín, cuando tomé el celular e intenté llamarte, pero recordé que no estabas acá. Así que me revisaron las heridas, el doctor dijo que estaba todo en orden, me vestí, me tomé una micro y me vine a casa. Ahora estoy en el living, tendido en el sillón rojo que compramos en esa venta de garaje y estoy dejándote un mensaje. No sé muy bien por qué hago ciertas cosas. No sé por qué golpeo gente. Es decir, lo entiendo y puedo justificarlo, pero no lo sé con certeza absoluta. No sé por qué te extraño tanto y no sé por qué siento que el tiempo avanza de manera extraña, como una masa informe. Con zonas delgadas y otras infinitamente gruesas. A veces siento que han pasado años desde que te fuiste de viaje a ver a tu hermana y a veces tengo la impresión que han sido sólo unas horas. ¿Cómo va todo por allá? ¿Tienes noticias? Yo sigo esperándote. Ya no soy el hombre arruinado del que te despediste y quedó sentado en este mismo sillón. Me puse de pie. Estoy ordenando mi vida, armándome un camino a golpes; la única manera que conozco de avanzar. Vuelve. Vuelve pronto. Cuando regreses, saldremos a tomar algo y celebraremos. Voy a invitarte a un restaurant y voy a besarte y te daré las gracias por soportar mi mal humor y los días en que no tengo fuerzas para levantarme de la cama. Vuelve cuando quieras. Estaré aquí, donde me dejaste antes de partir. Y recordaré lo nuestro, aún si ahora mismo no estás, y aún si tu ausencia me duele más que los golpes que hoy marcaron mi cuerpo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario