Capítulos anteriores

51

Cuando iba en el colegio, tenía un compañero. El guatón Vergara. No era un mal tipo. Era gordo, tímido, tenía una voz demasiado aguda y le llegó la pubertad un poco antes que al resto, así que olía mal a veces, porque olvidaba ponerse desodorante, cuando nadie más necesitaba usarlo. Esas cuatro cosas fueron suficientes para que el guatón Vergara sufriera en el colegio las penas del infierno. Yo siempre digo que no le he hecho daño a nadie, pero si soy completamente honesto, no estoy diciendo la verdad. Recuerdo mi época de colegio. Me decían “Carlos, vamos a pegarle al guatón”, y yo iba. Lo hacía porque me hacía sentir poderoso, porque me hacía sentir que tenía el control. Pero también lo hacía porque si me ponía del lado de la víctima, el próximo podía ser yo. Yo era parte esencial de la máquina del miedo. La máquina giraba gracias a mí, y yo le obedecía porque la hacía girar y estaba aterrado que me aplastara. Al guatón Vergara le hicimos la vida imposible. Le tirábamos chicles en el pelo, le reventábamos yogures en la mochila, le pegábamos patadas cuando nos daba la espalda. El guatón Vergara tenía una hermana deficiente mental y nos reíamos de eso. Le decíamos que era más tonto que su hermana. La imitábamos frente a él y nos reíamos. Éramos despreciables. He intentado contactarme con el guatón Vergara, pero no he podido. Me encantaría decirle que lo siento. Que tenía tanto miedo, que sólo podía solucionarlo causándole daño a alguien. Y le tocó a él porque yo no sabía qué hacer. Me encantaría decirle que siempre pensé que él era un buen tipo. Le gustaban las historietas. Coleccionaba Batman. Nos reíamos de él por eso y una vez le rompimos un comic. Nunca le dije que yo también lo coleccionaba y me encantaría haber hablado con él sobre ese tema. Pero no lo hice. Me dediqué a dañarlo tanto como fuera posible. ¿Cómo puede alguien, que cree ser buena persona, causarle un daño tan innecesario a otra? En mi vida adulta me he comportado de la manera más ética que he podido, pero el recuerdo de quien era en el colegio me persigue a veces. Me gustaría pedirle perdón, tomarme un café, conversar de su familia, preguntarle por sus padres, por su hermana. Sé que su madre era profesora de historia en un colegio municipal y su papá era músico. Me gustaría saber si la vida le tendió la mano o también se dedicó a darle la espalda. Me gustaría poder abrazarlo y pedirle que me perdone. No hay nada que pueda hacer para reparar el daño, pero a veces lo imagino sentado conmigo en la banca de la plaza afuera del colegio, ya adultos, y el me mira con una sonrisa herida diciendo está todo bien, diciendo no te preocupes, diciendo no me importa lo que hiciste. Diciendo deja de llorar. Pero no puedo. Cada vez que lo recuerdo, me desarmo por completo. Querías conversar. Conversemos, pero no sobre esto. No quiero recordar quién era, porque tengo miedo que ese ser horrible pueda volver a convertirse en mi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario