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Lo conocí en un viaje a Polonia. En navidad. Me fui en tren conversando con este hombre. Tobias. Hablaba un alemán muy articulado, complejo. Era estudiante avanzado de filología y me comentaba que quería comprar fuegos artificiales. Le dije que yo estaba haciendo el viaje por lo mismo. Nos reímos y hablamos de anécdotas navideñas. Él con sus navidades cerca de la frontera con Suiza, yo con mis navidades familiares, esas que conoces. Las navidades en que la abuela nos hacía unas galletas y le cantábamos al tata antes que se quedara dormido. Nos daban una copa de champaña y a la cama. Le conté sobre el día siguiente. Todos los vecinos con juguetes nuevos, y nosotras ya nos habíamos comido las galletas porque éramos niñas y porque no manejábamos el concepto de la espera. Nunca tuve un regalo en navidad. No hasta que conocí a Tobias. Nos reímos y conversamos y hablamos todo el viaje hasta Frankfurt der Oder, caminamos hasta Slubice, compramos fuegos artificiales y terminamos quedándonos una noche. Una noche se volvieron dos. Y dos se convirtieron en una semana. Pasamos la navidad en Slubice y el año nuevo en Berlin. Estábamos obsesionados de amor. No podía concebir la idea de estar sin él, aunque fuese un minuto. Lo amaba con una voracidad que llegaba a doler. Y él me amaba de vuelta con su calma, su buena educación y su alemán articulado. Bebíamos vino blanco alemán, escuchábamos canciones en su tocadiscos, me escribía poemas en una máquina de escribir que era de su abuelo, que tenía cambiadas la Y por la Z. Lo cual no me molestaba porque ni su nombre ni el mío usas esas letras, y si podía escribir nuestros nombres sin dificultades, el resto de las palabras podían solucionarse. Esa fue mi historia de amor. Tobias. Me encantaría saber tu historia de amor, Camila, pero para saberla debería preguntarte y, verdaderamente, prefiero no hablar. Podría terminar haciendo algo estúpido, como contarte todo esto de verdad y quedar expuesta, sin capas con las cuales cubrirme. Lo cual no puede traerme más que problemas. Porque ambas sabemos que acá el clima es cruel, y ambas sabemos que esta tierra favorece a quienes se cubren.
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