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Primero que todo, permítanme decirles que lamento mucho su pérdida. Nos gustaría haberles avisado antes de todo esto, pero fue imposible localizarlas. Somos una oficina de abogados, no tenemos la logística de la policía. Su madre no tenía a nadie. Llegó como un fantasma y se quedó de ilegal en este país desde el dos mil cinco. Nunca abrió una cuenta de banco, nunca se registró como residente de su departamento y nunca cruzó la frontera. Llegó a Berlín y jamás salió de Alemania. Como no estaba en nuestros registros, no teníamos idea qué debíamos hacer. Una amiga de ella, la señora Grösse, se encargó del entierro y de sus pertenencias. La señora Grösse es la única amiga que su madre tuvo aquí. A la señora Grösse pueden encontrarla en esta dirección, que es un pueblo pequeño. Quizás deseen conocer el lugar donde fue enterrada su madre. No queda lejos. Aquí está la dirección del cementerio, por si desean visitarla. Su amiga viajó a verla el fin de semana, y cuando llegó y nadie abrió la puerta, nos llamó. La señora Grösse estuvo presente en todo el proceso y fue de gran ayuda para nosotros. Los bienes de su madre, a pesar de ser pocos, los tiene su amiga. Ella puede ayudarles. Para cerrar el proceso legal, deben firmar estos documentos. Una aquí, y la otra firma aquí. Gracias. No me siento cómodo haciendo esto. Haciéndolas firmar un papel como si despedirse de su madre se tratara de esto. Yo… De verdad, lamento mucho su pérdida… Sé lo que es ver partir a un ser amado. Mi padre murió hace un par de meses. Fue un proceso muy doloroso. Cáncer. Lo vimos perder la fuerza. Dejó de comer y, un día, el médico nos dijo que ya no podía continuar el tratamiento. Estuvo casi dos meses en casa con un tumor negro que se lo comía por dentro. Un día me llamaron. Yo estaba con un cliente, aquí, como están ustedes ahora, y me dijeron “su padre ha muerto”. Así. Como si fuese un proceso burocrático. Algo simple. Higiénico. La muerte más limpia por teléfono y la más sucia en el cuerpo de mi padre. Lo enterramos y nos despedimos y aunque sé que no lo volveré a ver, tengo la ridícula esperanza que un día va a llamarme a la oficina y me va a decir que me extraña. Y yo voy a sonreír y voy a llorar y le voy a decir que lo extraño mucho, también. Y le diré que tengo fotos de suyas, enmarcadas, y que sus fotos no las puedo sacar de mi oficina porque sería como sacarlo de mi vida. Qué tontería, ¿no? Pensar que los seres amados viven en los objetos que dejaron a su paso. Creer que vivirá con mayor intensidad en la memoria si me esfuerzo por guardar sus ropas o sus libros o los papeles que tenían sus bolsillos. Las entiendo tanto. Yo ahora me observo en las mañanas y me miro al espejo y lo veo. Soy yo, pero no soy yo. Me saluda desde los rasgos parecidos, desde mis propios ojos. Créame que las entiendo. Perdón. Este asunto me quiebra, todavía. Aún no logro recuperarme del todo.

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