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No voy a decir que te extraño. No voy a decir que he pensado en ti. No voy a decir que tenía ganas de verte. No voy a hacerlo porque no voy a mentirte. Sería contaminar aún más lo poco que nos queda. Estamos sentadas en un bus y miro por la ventana. Viajamos en silencio desde Tegel. ¿Cómo te puedo decir que no vine porque lo deseaba, sino porque no tenía más opciones? Me encantaría mentir con soltura. Inventar historias. Decir que estoy feliz de verte. Preguntarte por tu familia. Hacer como si me importara. Intentarlo. Debería preguntarte por tu hija, mi sobrina. Debería recordar su nombre, pero ni siquiera soy capaz de hacer eso. Me he dedicado a borrarte. Sacudir tu polvo de mis muebles. Higienizar mi niñez para limpiarla de cualquier rastro tuyo, y de ella. Y sin embargo, ahora estamos juntas, por estos días, con la misión de escuchar un poco acerca de ella, un vez más. Algunas personas tienen cualidades envidiables. Inician conversaciones de la nada. Se interesan por las cosas que vives. Te hacen sentir importante. Algunas personas son encantadoras, y otras somos honestas. Incapaces de inventar mentiras a semejante velocidad. Que se parece mucho a la verdad, pero tiene otro color. Es más oscura. O más gris, que es el color que toman los colores cuando quieren dejar de ser colores. Quizás, simplemente, no estamos hechas para jugar con las mismas reglas. ¿Cómo se llamaba tu hija? ¿Dónde estudia? No la veo hace tanto tiempo. ¿Se parece a ti, o a la mamá? ¿Cómo se llamaba tu marido? ¿Dónde vives? ¿Es bonita tu casa? ¿Hace cuánto que no lloras? ¿Y tu hija? ¿Al igual que tú, también llora cuando se apaga la luz, de noche, y queda a oscuras, a merced de sus fantasías? De noche, recuerdo que llorabas de miedo. De día te recuerdo siempre tan compuesta. Impenetrable. ¿Qué hay detrás de ese clima adverso? Quiero saber quién eres, hermana, pero no te pregunto nada y seguimos en silencio, alejándonos de Tegel e ingresando al centro de la ciudad. Debería preguntarte dónde voy a dormir. Pero no lo hago. Continuaré jugando a ser inocente. La dulce tranquilidad de la ignorancia.
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