Capítulos anteriores
29
Marcos y Emilio están en la cocina discutiendo sobre anarco sindicalismo. En el living, dos chicas que no conocía, Natalia y Renata, escuchan la música y cantan. Matías, Camilo, Felipe, Elisa y Fernanda están sentados en el living, tomando cerveza y escuchan la historia de Matías en sus vacaciones en India. Bárbara está en el balcón, fumando, junto a Ignacia y Domingo. Me acerco a ellos. Buena fiesta, me dice Domingo, con una sonrisa. Le digo que sí, que todo el mundo está muy animado. Ignacia enciende un pito y lo fumamos entre los cuatro y les digo que estoy nervioso porque tengo que entregar mi tesis. Bárbara me abraza y a pesar del calor que hace esta noche, no me molesta sentir un cuerpo a mi lado. Le sonrío y la beso en la frente. El pito da otra vuelta y Domingo empieza a contar una historia de una vez que estaba en Amsterdam, pero no logro seguir el hilo de la narración y me distraigo por un momento, mirando las luces del cerro San Cristóbal, a lo lejos. Cuando vuelvo a poner atención, Domingo termina su historia y todos ríen. Río también, a pesar de no entender nada, y me imagino si esto sentirá la gente cuando escucha a los demás hablar en otro idioma. Bárbara me sugiere que entremos. Natalia y Renata tomaron el equipo de música por asalto y han comenzado a poner cumbias. Marcos y Emilio salen de la cocina y comienzan a bailar con las dos chicas. De pronto, todos se ponen de pie y apagan las luces y estamos bailando en el living, a oscuras, golpeándonos, acalorados, borrachos, divertidos. Bárbara me mira mientras baila, con una sonrisa insinuante. Le sonrío de vuelta y nos besamos. Estoy muy contento de que te hayas venido a vivir conmigo, le digo. Estoy muy contenta que me lo hayas ofrecido, me responde. Me siento feliz. Pleno. En este momento podría morir. Si me diera un ataque al corazón o un derrame, o algo, tendría que ser ahora. Es mejor que todo se acabe en medio de una felicidad que sumergido en la tristeza. Quiero desaparecer con una fiesta. Pero nos besamos y bailamos y seguimos tomando y riendo y nadie muere esa noche. Le digo que la amo y me responde que ella también. Y antes de caer dormido, a las cinco y media de la mañana, observo el techo. Ya no hay música. No hay amigos. Sólo nosotros. Los vasos sucios descansan en la cocina, el reloj despertador titila con sus números rojos, anunciando que para muchos ya empezó un nuevo día, pero para mí recién se está terminando. Escucho algunos pájaros cantar desde el otro lado de la ventana. No los veo. Cerré las cortinas para que no molestaran los primeros rayos de la mañana. Bárbara está desnuda, a mi lado. Se quedó dormida después de hacer el amor, y yo, como un tonto, no puedo despegar mis ojos del techo. Sonrío. No tengo sueño. Estamos viviendo juntos. No sabía que la vida podía contener tanta felicidad. Quiero vivir para siempre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario